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domingo, 27 de septiembre de 2015
CONFIDENCIAS DE JESÚS A UN SACERDOTE (MENSAJES CERTIFICADOS POR EL MIDP)
CONFIDENCIAS
DE JESÚS A UN SACERDOTE
Monseñor
Ottavio Michelini
•Bajar los mensajes completos -desde el sitio Reina del Cielo http://www.reinadelcielo.org/confidencias-de-jesus-a-un-sacerdote-monsenor-octavio-michelini/
A partir del 1975, hasta su muerte en 1979, Monseñor Michelini recibió mensajes y visiones de Jesús y de la Virgen que contienen maravillosas enseñanzas para ser buenos cristianos y enfrentar la realidad de nuestro tiempo: el combate histórico entre la luz y las tinieblas que ha entrado en una fase dramática.
En los mensajes Jesús denuncia la gravedad de la situación espiritual y moral que atraviesa el mundo, la confusión y rebelión interna en la Iglesia, producto de la profunda crisis de fe. Nuestro Señor le anunció una futura purificación a la que seguirá "una nueva primavera de paz y justicia para la humanidad y para la Iglesia".
Los mensajes se publicaron bajo el título "Confidenze di Gesù a un sacerdote".
Monseñor Michelini murió el 15 de Octubre de 1979.
ESCRITOS
NOTA: Por decreto de la Santa Congregación para la Doctrina de la Fe aprobado por el Papa Pablo VI el 14 de Octubre de 1966, ya no es necesario el Nihil Obstat ni el Imprimatur para publicaciones que tratan de revelaciones privadas en tanto no contengan nada contrario a la fe y la moral.
Hemos publicado algunos de los escritos en 3 páginas:
En esta página
16 - 30 Sept, 1975
El Don del Bautismo
Sombras de Mi
Cuerpo Místico
Revisar desde
Nuevas Bases Vuestras Vidas
Sombras que
Envuelven a Mi Iglesia
Esencial y Urgente
Revisión
Mi Pasión Continúa
26 Oct. al 28 Nov, 1975
Contradicciones en
la Pastoral
Instrumento de
Perdición
Desesperada Maldad
Soy Hombre Pecador
Amarte Sin Límites
Amigos del
Santísimo Sacramento
El Amor de los
Inocentes
Todavía Junto a Mi
Invitación a la
Oración
Batalla
Importantísima
No Han Entendido
Mucho
Las Grandes
Verdades
La Voluntad de Dios
La Flor Mas Bella
El Enemigo Con El
Que Hay Que Enfrentarse
No Estamos Lejos
Pequeñas y Grandes
Cosas
Obra Maestra de la
Trinidad
En la tercera página:
2 Diciembre, 1975 - 5 Febrero,
1976
El Progreso Moderno
del Paganismo
Se han Pasado al
Enemigo
16 de Septiembre de 1975
- Señor, ¿Cuál es la participación de
nosotros, sacerdotes, en el Misterio de la Encarnación?
Hijo, ya te he respondido
indirectamente a esta pregunta en nuestros anteriores coloquios.
Todos los cristianos han sido
regenerados por la Gracia, todos han sido hechos hijos de Dios. Este es un
hecho tan grande y tan sublime que es necesario darle un relieve adecuado.
Mira, hijo mío: en este siglo
materialista vuestra generación infiel da más importancia a lo exterior que al
hecho sobrenatural del Bautismo, el cual graba de una manera sustancial el alma
del niño para el tiempo y para la eternidad.
Por consiguiente, no es considerado
sino en una mínima parte el Don, no debido, sino dado con divina generosidad al
bautizado.
A este marco pagano que circunda al
Bautismo se han adaptado mis sacerdotes con desenvuelta superficialidad; quiero
decir que no ha habido reacción a este paganismo que, como densa sombra,
esconde a los ojos de los fieles el precioso don de Dios.
Las imperantes costumbres paganas de
vida ofuscan las más bellas Realidades divinas.
La gracia conferida al bautizado
transforma y transfigura el alma del que recibe este Sacramento, hecho posible
por el Misterio de la Encarnación. Por consiguiente, todo bautizado participa
en el Misterio de la Encarnación.
Esta participación debe, o debería
intensificarse con el desarrollo y el incremento de mi Vida divina mediante la
colaboración requerida y necesaria de una educación cristiana por parte de los
padres y de quienes hacen sus veces.
Esta educación debe ser iniciada
desde los primeros meses. Desgraciadamente ya casi no se acostumbra; nada se ve
en el niño de este pueblo pagano fuera de la naturaleza humana.
Ha faltado y falta por parte de mis
sacerdotes la solícita vigilancia sobre este punto central de la vida
cristiana.
Los cristianos participan todos en el
Misterio de la Encarnación (por consiguiente, en mayor medida los sacerdotes)
con la firme adhesión a la fe en este gran misterio.
Si Yo, Verbo de Dios, me he encarnado
para poder comunicar a los hombres mi Vida Divina, para levantarlos,
ayudarlos y encaminarlos a la vida eterna, los hombres, razonablemente,
deberían aceptar con alegría todas las consecuencias derivadas de este gran
Misterio, viviendo con fidelidad en su vida cotidiana.
Hijo, tú mismo puedes considerar cómo
el paganismo ha alejado a mis fieles, y con ellos a muchos sacerdotes míos de
la Realidad divina, reduciendo todo a los más o menos fastuosos ritos
paganizantes.
Coherentes con el bautismo
Y ahora respondo directamente a tu pregunta, aunque la respuesta la puedes encontrar en un coloquio anterior.
Vosotros, sacerdotes, no sois simples cristianos; Yo os he escogido para
ser mis Ministros sobre la tierra. Os he escogido para ser el objeto de mi
predilección y de mi amor.
Yo os he sacado del mundo, aunque
dejándoos en el mundo, para que vosotros seáis instrumentos, colaboradores y
corredentores en la realización del Misterio de la Salvación.
Yo os he revestido de una dignidad y
potencia de la que no tenéis plena conciencia, y de la que bien poco os servís
para la eficacia de vuestro ministerio.
Vosotros deberíais, con mayor rigor,
ser firmísimamente coherentes con vuestro Bautismo, con vuestra Confirmación,
con vuestro y mi Sacerdocio.
Como fue para mi Madre, que
pronunciando su “fiat”, fue causa de un prodigio tan grande que cielo y tierra
no pueden contener (cuyas consecuencias han cambiado la suerte de toda la
humanidad, en el tiempo y en la eternidad) así es para vosotros, sacerdotes,
que pronunciáis las palabras de la Consagración.
Debéis creer que Yo, Verbo de Dios,
me hago Carne y Sangre, Alma y Divinidad en vuestras manos.
Como mi Madre, en el momento en el
que dio su libre, consciente y responsable consentimiento, provocó la
intervención simultánea de Mi, Uno y Trino, así vosotros en la Consagración
provocáis la simultánea intervención de la Trinidad divina, estando presente
también la Madre mía y vuestra.
Creer firmemente
Hijo, si un sacerdote está penetrado y compenetrado por esta fe, si un sacerdote cree firmemente en esta Realidad divina, testimonio del Amor infinito de Dios, este sacerdote se transforma; su vida se vuelve maravillosamente fecunda.
En el Misterio de la Encarnación (que
por obra suya, Dios renueva en sus manos, no sin alguna causa consagradas), él
encuentra la fuente inagotable de los dones de mi Corazón misericordioso.
Ninguna potencia adversa los podrá resistir, porque Yo estoy en él y él en Mí.
Hijo mío, hemos visto juntos otro
aspecto de la sordidez que esta generación incrédula manifiesta. Ámame, tiende
a Mí día y noche, recompénsame con tu amor y con tu fe de la frialdad de tantos
ministros míos, a los que amo mucho y que quiero salvos.
Te Bendigo; contigo bendigo a las
personas queridas. Recuerda que mi Bendición es paraguas de protección y
escudo de defensa.
17 de Septiembre de 1975
Hijo, todos los miembros de un cuerpo tienden armoniosamente a un único fin; la conservación y el crecimiento del mismo cuerpo.
Así en mi Cuerpo Místico, todos los
miembros deberían tender razonablemente al supremo bien del Cuerpo Místico, que
es la salvación de todos los miembros de los que esta formado.
El hecho de que estos miembros sean
libres e inteligentes, capaces de discernir y de querer el bien o el mal,
constituye una razón más para que todos tiendan al bien común. Sin embargo no
es así.
Seducidos y engañados muchos
miembros, rompiendo la armonía del Cuerpo del que forman parte, persiguen el
mal tenazmente, dañando no sólo a sí mismos, sino a todos los otros miembros
del cuerpo.
Si además, estos miembros son
sacerdotes, ellos destruyen la armoniosa cohesión con un daño incalculable para
sí mismos y para comunidad cristiana entera.
En mi Iglesia todos los sacerdotes
deben tender esforzadamente al bien común de todas las almas; para esto han
sido llamados, sin ninguna excepción.
No hay en Mi Iglesia distinción de
fines: la finalidad es una sola para todos los miembros, de modo muy particular
para mis sacerdotes: salvar almas, salvar almas, salvar almas.
El último sacerdote, (último en la
forma vuestra de decir, porque podría ser el primero, como el Santo Cura de
Ars, último y primero), digo el último sacerdote que gasta su vida en el
ofrecimiento de sí mismo en el Santo Sacrificio de la Misa en comunión Conmigo
delante de mi Padre, es hasta más grande que muchos dignatarios que no siempre
lo hacen.
En mi Cuerpo Místico hay muchos
miembros terriblemente enfermos de presunción, de soberbia, de lujuria.
En mi Cuerpo Místico hay muchos
sacerdotes obreros, más preocupados por el lucro que por la salvación de las
almas.
Hay muchos sacerdotes orgullosos de
su "saber hacer”, es decir de su astucia. Olvidando que a menudo, aunque
no siempre, el arte del saber hacer es el arte del mentir: esta es la perfidia
o la astucia de Satanás.
Vuestro lenguaje sea simple y
sincero: si es sí, sí; si es no, no: la verdad es caridad.
No sus palabras
En Mi Iglesia hay sacerdotes que se predican a sí mismos. En el rebuscamiento del lenguaje, en la elegancia del decir, y con otros cien recursos, buscan llamar la atención de los oyentes para hacerlos converger sobre sí.
Es verdad que mi palabra es por sí
misma eficaz, ¡pero mi Palabra, no su palabra!. Mi Palabra, antes de ser
anunciada ha de ser leída, meditada y absorbida; después dada con humildad y
simplicidad.
En mi Cuerpo Místico hay focos de
infección, hay llagas purulentas.
En los seminarios hay gente infectada
que contamina a aquellos que deben ser mis ministros del mañana ¿quién puede
valorar el mal?
Si en una clínica o en una comunidad
se manifiesta una enfermedad contagiosa, se recurre a los remedios con gran
solicitud, con informaciones y aislamientos, con medidas enérgicas y
repentinas. En mi Cuerpo Místico se manifiestan males mucho más graves, y hay
aquiescencia como si nada estuviera pasando. Miedos y temores injustificados,
se dice.
¡No es amor, no es caridad el
permitir difundirse los males que llevan a las almas a la perdición!
Hay abuso exagerado de la
Misericordia de Dios como, si con la Misericordia, no coexistiese la
Justicia...
Quién está investido de
responsabilidad, actuando con rectitud, no debe preocuparse por las
consecuencias cuando necesita tomar medidas para cortar el mal en curso.
Hijo, ¿qué decir luego de tantos
sacerdotes míos, del modo del todo irresponsable con el que llevan a cabo una
tarea delicadísima, como es la de la enseñanza religiosa en las escuelas?
De acuerdo que no faltan sacerdotes
bien formados y conscientes, que cumplen sus deberes de la mejor manera. Pero
junto a los buenos, ¡cuántos superficiales, inconscientes, incluso corruptos!
Han hecho y hacen un mal inmenso, en lugar del bien, a los jóvenes, tan
necesitados de ser ayudados moral y espiritualmente.
La comprensión para estos sacerdotes
míos no debe justificar licencia.
Un hábito apropiado
De lo alto han sido impartidas disposiciones con relación al hábito sacerdotal. Mis sacerdotes, viviendo en el mundo han sido segregados del mundo.
Quiero a mis sacerdotes distintos de
los laicos, no sólo por un tenor de vida espiritual más perfecta, sino también
exteriormente deben distinguirse con su hábito propio.
¡Cuántos escándalos, cuántos abusos y
cuántas ocasiones más de pecado y cuántos pecados más!
¡Qué inadmisible condescendencia por
parte de los que tienen el poder de legislar! Y junto con el poder, tienen
también el deber de hacer respetar sus leyes. ¿Por qué no se hace?
Lo sé: las molestias no serían pocas.
Pero Yo no he prometido jamás a nadie una vida fácil, cómoda, exenta de
disgustos.
Quizá teman reacciones
contraproducentes. No, el relajamiento provoca un mayor relajamiento.
Funcionarios estatales, de empresas,
de entes militares visten su uniforme. Muchos sacerdotes míos se avergüenzan,
contraviniendo las disposiciones, compitiendo en coquetería con los mundanos.
¿Cómo, hijo, puedo no dolerme
amorosamente? Quien no es fiel en lo poco, tampoco lo es en lo mucho.
¿Qué decir, luego, del modo en que se
administran mis Sacramentos por tantos de mis sacerdotes? Se va al
confesionario en mangas de camisa, y no siempre con la camisa, sin estola.
Si se debe hacer una visita a una
familia de respeto, se ponen la chaqueta, pero la casa de Dios es mucho más que
cualquier familia de respeto.
También está prescrito vestido talar
para el ejercicio del propio ministerio: asistencia a los enfermos, enseñanza
en las escuelas, visitas a los hospitales, celebración de la Santa Misa,
administración de los Sacramentos. ¿Quién se pone ahora el vestido talar para
todo esto?
Esto, hijo mío, es indisciplina que
roña en la anarquía.
¿Que decirte de tantos sacerdotes
míos que no tienen tiempo de rezar, atosigados como están en tantas actividades
inútiles, aunque aparentemente santas?
Actividades inútiles porque les falta
su alma, porque les falta mi presencia. Donde Yo no estoy no hay fecundidad
espiritual.
Pero cuántos sacerdotes tienen tiempo
para ir a ver películas inmorales y pornográficas, con el pretexto de que se
necesita conocer para juzgar. Esta justificación es satánica.
Los santos sacerdotes, que jamás se
permitirían tales inmoralidades, no serían hábiles para orientar y aconsejar a
las almas...
El deber de la obediencia
Aquí tienes hasta qué punto hemos llegado.
Pero lo hay peor todavía. Yo, hijo
mío, he constituido la Iglesia jerárquica, y no se diga que los tiempos han
cambiado y que por eso es necesario cambiar todo.
En mi Iglesia hay puntos firmes que
no pueden variar con el mudar de los tiempos. Jamás podrá ser cambiado el
principio de autoridad, el deber de la obediencia.
Podrá ser cambiado el modo de ejercer
la autoridad, pero no podrá ser anulada la autoridad.
¡No se confunda jamás la paternidad
requerida en las altas esferas con la debilidad! La paternidad no excluye sino,
al contrario, exige la firmeña.
Hijo mío, ¿porqué he querido sacar a
la luñ una parte de los muchos males que afligen a mi Iglesia? Lo he hecho para
poner a mis sacerdotes frente a sus responsabilidades. Quiero su regreso para
una vida verdaderamente santa.
Quiero su conversión porque los amo.
Sepan que su conducta a veces es causa de escándalos y de ruina para muchas
almas.
¡No es justo que se abuse del amor de
Dios, confiando en su misericordia e ignorando casi enteramente su justicia!
Hijo, te he dicho repetidamente que
el alud está ya en curso. Sólo el regreso sincero a la oración y a la
penitencia de todos mis sacerdotes y de los cristianos podría aplacar la Ira
del Padre y detener las justas y lógicas consecuencias de su justicia, siempre
movida por el Amor.
He querido decirte esto porque quiero hacer de mi "pequeña gota de
agua que cae hacia abajo" un instrumento para el plan de mi Providencia.
Te bendigo, oh hijo. Quiéreme mucho;
reza, repara y recompénsame con tu amor de tanto mal que arrecia en mi Iglesia.
También mucho bien
Es bien cierto que en mi Iglesia hay también mucho bien, ¡Ay si no fuera así! Pero Yo no he venido por los justos; ellos no tienen necesidad. He venido por los pecadores; ¡a éstos quiero, a éstos debo salvar!
Por eso he dado el toque en alguna de
las muchas llagas y heridas, causa de la perdición de almas.
Se dice que no se va al infierno. O
se niega el infierno o se apela a la Misericordia de Dios que no puede mandar a
ninguno al infierno.
No por estas herejías y errores deja
de existir el Infierno. No por esto muchos impenitentes, también sacerdotes,
evitan el Infierno...
18 de Septiembre de 1975
Hijo, en mis precedentes coloquios no han faltado alusiones a mi presencia en medio de vosotros. Hoy pretendo reclamar aún tu atención sobre esta Realidad divina, de la que podrán sacar inestimables dones en orden a la vida sea espiritual y eterna, sea material y terrena.
Yo, Jesús, Verbo Eterno de Dios,
engendrado por el Padre desde siempre, en la plenitud de los tiempos hecho
Carne en el seno virginal de mi Santísima Madre y Madre misericordiosa vuestra,
estoy gloriosamente presente a la derecha del Padre en la gloria del Paraíso.
Estoy realmente presente en Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad en todas las Hostias consagradas del mundo;
estoy y estaré en medio de vosotros hasta la consumación de los siglos,
hasta el fin de los tiempos.
¿Cómo es que por muchos nunca se
busca el porqué de esta presencia mía en medio de los hombres?
¿Por qué he querido permanecer en
medio de vosotros, conociendo bien desde siempre qué trato me estaría reservado
por los hombres? Odios, ofensas, injurias, frialdades, aunque no faltan, y no
faltarán jamás almas generosas que me recompensan del mal de los impíos.
El porqué de mi presencia en el mundo
tiene una sola respuesta, hijo mío: el Amor.
Mi palabra
¿Cómo ejerzo Yo mi presencia en mi Cuerpo Místico?
Primero con el don de mi palabra.
Yo he confiado a la Iglesia el
patrimonio, el depósito espiritual de mi Palabra que es palabra de vida y de
verdad: he tutelado este tesoro con la asistencia del Espíritu Santo.
Yo soy la Verdad, el Camino que mi
Iglesia puede indicar con seguridad a todas las almas sin sombra de
equivocación.
Los atentados contra Mí, Palabra de
Dios, en el curso de los siglos han sido continuos y feroces. Herejes, pseudo -
maestros y mentirosos instigados sin tregua por el Maligno, han hecho de todo
para borrar de la faz de la tierra a Mí, Camino, Verdad, Vida, a Mí, Palabra de
Dios. Pero inútilmente.
Este siglo en fin, materialista, no
desperdicia medio ninguno, ninguna tentativa para destruirme: sectas, partidos
ateos, corrientes envenenadas de filosofías perversas y demoledoras de todos
los más sublimes valores espirituales, valores de verdadera civilización.
Pero ¿es posible que los hombres sean
tan cortos de memoria para no recordar ya la trágica historia de este
siglo, que es vuestra historia?
Lo que es extremadamente penoso es el
hecho de que muchos de mis sacerdotes, antes que confiarse humildemente al
Magisterio infalible de Mi Iglesia, erigiéndose con presunción en maestros, se
han coaligado con los enemigos de la verdad, se han vuelto
responsables de la difusión de no pocas herejías con gran daño para las almas
¿Porqué tantos sacerdotes míos se
hacen promotores con Satanás de tanto daño para las almas? La soberbia ciega,
sí verdaderamente ciega.
Mi Vicario
Yo estoy en medio de vosotros, hijo, en la persona de mi Vicario.
A él se le ha dado toda potestad para
apacentar a los corderos y a las ovejas. Quien le ama, me ama a Mí, quien no le
escucha, no me escucha a Mí, quien le combate me combate a Mí, quien le
desprecia me desprecia a Mí.
Él sube a su Calvario día a día, pero
muchos no se dan cuenta. Derrama lágrimas por los hijos que se vuelven lobos
rapaces y hacen estragos de su grey. Como a Mí, se le hace objeto de escarnio,
de odio y de guerra.
Él está al timón de mi navecilla en
esta triste hora en la que el mar está fuertemente agitado y el sordo hervir
del oleaje es presagio de próxima y salvaje tempestad.
Hijo mío, hace falta estar cercanos a
mi Vicario, al dulce Cristo en la tierra, es necesario sostenerlo con la
oración y con la ofrenda de los propios sufrimientos. Es necesario amarlo y
hacerlo amar.
Todo lo que en bien o en mal se le
hace a él, se me hace a Mí. Es necesario defenderlo de las insinuaciones
satánicas, tan frecuentes, de sus enemigos.
Yo estoy en él, estoy presente en mi
Iglesia en su persona.
La Eucaristía
Hijo, estoy además presente en la Iglesia en el misterio del Amor y de la Fe, quiero decir en el Misterio de la Eucaristía.
Estoy verdaderamente presente en
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Esta presencia mía, si fuera
creída, sentida y vivida en toda la sublime maravillosa realidad divina, por
todos mis sacerdotes, se transformaría en tal fermento de purificación y vida
sobrenatural, que se podría transformar aun por sólo mis sacerdotes, el
rostro de la Iglesia y arrancar de mi Corazón misericordioso gracias y
hasta milagros insospechados.
Pero por desgracia no son muchos los
que creen firmemente.
La mayoría cree débilmente; no faltan
los que en realidad no creen en mi presencia eucarística.
Con razón mi Vicario en la tierra ha hablado repetidamente de crisis de
fe, causa y origen de innumerables males.
Donde hay sufrimiento
Hay una cuarta forma de presencia Mía en la tierra: estoy realmente presente en mis santos.
Santos son aquellos que viven de mi
Vida divina. Estoy realmente presente en mis Santos que más tenazmente
persiguen las más audaces conquistas de todas las virtudes cristianas.
Estoy realmente presente en los que
sufren; donde hay sufrimiento ahí estoy Yo.
En fin estoy presente en las almas
víctimas, en ellas encuentro mis complacencias, mis alegrías, ellas me
recompensan abundantemente por las ofensas, insultos, blasfemias y sacrilegios
de los que no me aman.
Ellas forman las delicias de mi Padre;
las almas víctimas son las que han mitigado, detenido la ira de mi Padre por
tantas iniquidades de esta generación perversa, que en lugar de apagar su sed
en la fuente del Agua viva y pura, se afana en apagarla en las pútridas y
enfangadas aguas de los pantanos llenos de miasmas.
Hijo mío, ámame mucho, sólo a Mí, con
tu amor, con tú fe, con tu ofrecimiento.
Te bendigo y contigo bendigo a las
personas por quienes rezas diariamente.
19 de Septiembre de 1975
Hijo, ¿Para qué sirven gloria, estima, riqueza y salud, prosperidad, ingenio y cultura si luego al final se pierde el alma?
Estas palabras fueron motivo para
muchas almas de buena voluntad, de una radical regeneración espiritual o
conversión.
Una seria y ponderada reflexión a
esta invitación mía, puede llevar a las almas a la conquista de virtudes
heroicas, a lograr la perfección y santidad.
Una seria meditación sobre esta
advertencia mía ha llevado y puede llevar a muchas almas a descubrir
aquella perla preciosa de la que Yo hablo en la parábola, por la que bien vale
la pena cortar netamente con el pecado, a través de un resuelto desapego de los
falaces bienes y afectos de este mundo. Y seguirme en el camino del
Calvario, a cambio de una inmarcesible corona de gloria eterna en la Casa de mi
Padre...
Hijo, el alma en pecado es como la
piedra que, de lo alto, en virtud de la ley natural de la gravedad, se
precipita hacia el fondo, aumentando en su caída de peso y de velocidad.
El alma en pecado se precipita hacia
el fondo, aumentando en su caída el peso de sus culpas, de sus pasiones. ¿Qué
ley natural puede detener e invertir una piedra cayendo de lo alto hacia abajo?
¿Qué ley natural puede invertir la bajada hacia abajo en ascenso hacia lo alto?
Ninguna ley natural puede hacer este
milagro. Solamente una ley de orden superior lo podría hacer.
Sólo Yo soy la ley sobrenatural, esto
es la Fuerza divina que puede detener al pecador en su ruinosa bajada hacia el
precipicio e invertir su rumbo de descenso en subida, hacia lo alto, hacia
la Vida.
Esto es lo que más ardientemente
deseo hacer con todos los pecadores, pero en particular con mis sacerdotes
arrollados por el maligno, por la concupiscencia del espíritu y de los
sentidos.
Bastaría una mirada suya hacia Mí
crucificado, una invocación suya a mi Corazón misericordioso, y que según el
ejemplo de Pedro, me dijeran: “¡Sálvame, Señor, porque me ahogo
entre las olas!”
¡Oh, hijo mío, cómo sería solícito en
alargarles mi mano, para traerlos a salvo!
Yo amo a las almas
¿Te das cuenta de la trágica situación de muchos sacerdotes míos que están caminando a grandes pasos hacia la condenación eterna de su alma? ¿Puede haber sobre la tierra tragedia más grande, más horrible que ésta?
¿Puede haber engaño más diabólico que
el que se ha difundido en nuestros tiempos, por pseudo - maestros afirmando que
el Infierno no existe y que la Misericordia divina no podría permitir jamás la
condenación eterna de un alma? Estos propaladores de herejías y errores
quisieran anulada la Justicia divina, mientras deberían saber que en Mí,
Misericordia y Justicia son indivisibles, porque en Mí son la misma única cosa.
Hijo mío, Yo soy la luz que ha venido
a este mundo. La luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la han
acogido.
Yo amo a las almas. Quiero la
salvación de las almas; para esto he venido, pero tengo necesidad de vosotros,
de vuestra colaboración.
Vosotros sois mis miembros, y todos
los miembros tienden al mismo único fin.
Yo tengo necesidad de vosotros, para
que se cumpla en su plenitud el Misterio de la salvación.
Según mi ejemplo, según el ejemplo de
mi Madre Santísima, de los mártires, de los santos, debéis abrazar
generosamente vuestra cruz y seguirme. Si la cruz os parece pesada, vosotros
sabéis que Yo estoy en vosotros para aliviar el peso.
Hijo, te he dicho y te lo repito:
éste es un deber de justicia y de caridad; nadie se puede sustraer de él, mucho
menos mis ministros.
No temas, estoy Yo para conducirte.
Ve hacia adelante, no retrocedas y no te preocupes. Han rechazado mi Evangelio,
han distorsionado mi verdad, no han creído a las almas víctimas, a las que he
hablado. En sus palabras he puesto el sello de mi gracia; han resistido a todo.
He dictado a María Valtorta, alma
víctima, una obra maravillosa. Yo soy el autor de esta obra. Tú mismo te has
dado cuenta de las rabiosas reacciones de Satanás.[1]
Tú has comprobado la resistencia que
muchos sacerdotes oponen a esta obra que si fuera, no digo leída, sino
estudiada y meditada llevaría un bien grandísimo a muchas almas. Ella es fuente
de seria y sólida cultura. (1)
Pero frente a esta obra, a la que
está reservado un gran éxito en la Iglesia renovada, se prefiere la basura de
tantas revistas y de libros de presuntuosos teólogos.
Te bendigo como siempre. Ámame mucho.
(1 (1) “EL HOMBRE DIOS”, María Valtorta, Centro Editoriale Valtortiano (11 Volúmenes). En varios idiomas.
22 de Septiembre de 1975
Hijo, te he dicho repetidamente que Yo soy el Amor; donde hay amor estoy Yo.
Yo Soy el Amor Infinito, Eterno, Increado, venido a la tierra a
reconciliar y por consiguiente reunir con Dios a la humanidad arrancada del
odio.
El amor por su naturaleza tiende a la
unión, como el odio por su naturaleza tiende a la división.
Nosotros somos Tres, pero el Amor
Infinito nos une íntimamente en Uno solo, en una sola naturaleza, esencia y
voluntad.
El amor me ha llevado a Mí, Verbo
eterno de Dios hecho carne, a inmolarme a fin de que se diese a todo hombre la
posibilidad de unirse en Mí a Dios, y formar Conmigo una sola cosa, como Yo soy
una sola cosa con mi Padre que me ha enviado.
Hijo, desde hace más de cien años el
Materialismo como sombra oscura y densa, envuelve buena parte de la humanidad.
Él ha ofuscado también en mi Cuerpo
Místico, esto en el alma de muchos fieles y sacerdotes, el dogma de la Comunión
de los Santos que es una realidad espiritual grandiosa, viva, verdadera y
operante en Cielo y tierra.
No hay términos aptos para explicar
su grandeza, potencia y actuación vibrante de amor y de vida. No hay
palabras en vuestro lenguaje, aptas para hacer comprender el invisible,
misterioso intercambio que encuentra su centro en mi Corazón misericordioso.
Pocas son las almas que han
comprendido, y pocos son también los sacerdotes que, además de creer
abstractamente, viven activamente en esta Comunión con los bienaventurados comprensores[2] del
Paraíso, con las almas en espera en el Purgatorio y con los hermanos militantes
en la tierra.
La muerte, contrariamente a los
prejuicios con respecto a ella, no pone fin a la actividad de las almas. La
muerte que, con palabra más precisa deberíais llamar "tránsito", es
un pasar del tiempo a la eternidad, que no es poner fin a la actividad del
alma, sea en el bien, sea en el mal.
La familia de Dios
En cualquier familia ordenada en el amor, cada miembro que la constituye, concurre al bien común en un intercambio de bienes dados y recibidos en una comunión armoniosa.
En un grado con mucho superior, así
es en la gran Familia de todos los hijos de Dios: militantes en la tierra, en
espera en el Purgatorio y bienaventurados en el Paraíso.
Por tanto es necesario, con el fin de
volver cada vez más rica de frutos divinos la fe en esta Realidad divina y
humana, brotada de mi Inmolación en la Cruz, tener sobre ella ideas
precisas.
Se debe:
1) Creer firmemente en el dogma
de la Comunión de los Santos.
2) Cuando se habla de la
familia de los hijos de Dios, los sacerdotes deben dejar bien claro que a esta
familia pertenecen los peregrinos en la tierra, las almas en espera en el
Purgatorio y los justos del Paraíso, esto es los santos.
3) Los sacerdotes (muchos de
los cuales ponen el acento casi exclusivamente en las cuestiones sociales en
favor de los hermanos militantes, deplorando con razón las injusticias
perpetradas) olvidan casi siempre las injusticias más graves hechas en
perjuicio de los hermanos que están en el Purgatorio.
Para tal gravísima omisión se
necesita o no creer en el Purgatorio o no creer en el tremendo sufrimiento al
que las almas purgantes están sometidas.
La necesidad de ayuda de las almas en
espera es bastante más grande que la de la criatura humana que más sufre
en la tierra.
El deber en fin de caridad y de
justicia hacia las almas en pena es mas acuciante para vosotros en cuanto que,
no raras veces, hay allí almas purgantes que sufren por culpa de vuestros
malos ejemplos, porque habéis sido cómplices con ellas en el mal o en cualquier
forma ocasión de pecado.
Si la fe no es operante, no es fe.
La vida continúa
Hijo mío, se necesita hacer entender con claridad que la vida continúa después de la tumba.
Todos aquellos que os han precedido
en el signo de la fe, sea que estén en el Purgatorio o ya en el Paraíso,
todavía os aman con amor más puro, más vivo y más grande.
Están animados por un gran deseo de
ayudaros a superar las duras pruebas de la vida para que alcancéis, como ellos
ya han alcanzado, el gran punto de llegada, el fin de la vida misma.
Ellos conocen ya muy bien todos los
peligros que acechan a vuestras almas.
Pero su ayuda con respecto a vosotros,
está condicionada en buena medida por vuestra fe y vuestra libre voluntad para
acercaros a ellos con la oración y con la confianza en su eficacísimo
patrocinio ante Dios y la Virgen Santísima.
Si los sacerdotes y los fieles están
animados de vivísima fe, conscientes de los inagotables recursos de gracias,
de ayudas y de dones que pueden obtener de este Dogma de la Comunión de los
Santos, verán centuplicado su poder sobre las fuerzas del Mal.
Yo he dotado a mi gran Familia de
riqueza y potencia insondable y la robustezco con la fuerza invencible de un
Amor infinito y eterno.
Recursos inutilizados
Mis sacerdotes instruyen a los fieles con palabras simples y claras, diciendo que vuestros hermanos que han cumplido ya en la tierra el periplo de su vida temporal, no están divididos de nosotros, no están lejanos de vosotros.
Decid también que no están inertes y
pasivos a vuestro respecto sino que, en un nuevo estado de vida más perfecta
que la vuestra, os están cercanos, os aman. Ellos toman parte, en medida de la
perfección alcanzada, en todas las vicisitudes de Mi Cuerpo Místico.
Os repito que ellos no pueden
descartar vuestra libertad pero, si son solicitados por vuestra fe y por vuestras
invocaciones, os están y estarán cada vez más cercanos en la lucha contra el
Maligno.
Os miran, os siguen e intervienen en
la medida determinada por vuestra fe y por vuestra libre voluntad.
Hijo mío, ¡qué inmensos tesoros ha
predispuesto mi Padre para vosotros!
¡Cuán inmensos recursos inutilizados!
¡Cuántas posibilidades de bien
dejadas caer en el vacío!
Se afirma creer, pero no hay más que
un mínimo de coherencia con la fe en la que se dice creer.
Te bendigo. ¡Ámame!
Domingo 23 de Septiembre de 1975
REVISAR DESDE NUEVAS BASES VUESTRA VIDA
Todo comandante de estado mayor, periódicamente reúne en torno a su mesa de trabajo a sus ayudantes.
Con ellos, mira, revisa y estudia los
planes elaborados para la defensa y según la necesidad, también para el ataque
contra los que se consideran enemigos. Estos planes son actualizados y
reelaborados continuamente según el variar de las situaciones de los pueblos.
Ahora bien, hijo, y con mayor cuidado
deberían hacer otro tanto aquellos que, en Mi Iglesia y en mis iglesias, tienen
el deber preciso e irrenunciable de preparar el malparado ejército de mis
soldados (todos los confirmados son mis soldados) a la defensa de los ataques
de sus enemigos espirituales: el demonio, el mundo, y las pasiones. ¡Y
prepararlos no sólo para la defensa sino también para el ataque!
La batalla que mis soldados deben
combatir es la más importante, la más necesaria, la más urgente de todas
las guerras que se combaten en el mundo. La más necesaria porque del éxito
de esta batalla depende la vida o la muerte eterna.
La más urgente porque las fuerzas
bien organizadas y bien dirigidas del Mal quieren el predominio sobre las
fuerzas del Bien y el prevalecer de éste sería determinante para el futuro de
la Iglesia y del mundo.
La más importante, si no quieren
sucumbir en el tiempo y en la eternidad.
Hijo, en un precedente coloquio, te
he hablado con claridad de la gigantesca lucha que desde la creación del
hombre, está en acto en el mundo.
Los cristianos, influenciados y
sugestionados, parece hayan perdido el sentido de su existencia, abatidos por
la crisis de fe, originada por la antisocial oleada materialista. Mal guiados,
no bien adiestrados, son espantosamente arrastrados por las fuerzas adversas
del mal.
Urge poner la segur[3] a la raíz y tener el valor de mirar a
la cara la realidad si no se quiere ser sumergidos.
Remedios espirituales
— Señor, a mí me parece que hay tantas iniciativas y actividades en acción en tu Iglesia, precisamente para contener el mal.
Hijo mío, no faltan actividades e
iniciativas, estudios y encuentros; hasta demasiados hay de eso. Pero
te he dicho que urge poner la segur a la raíz, lo que quiere decir tener el
valor de buscar las causas verdaderas de esta derrota del mundo cristiano de
hoy.
El Concilio ha indicado estas causas,
pero poquísimos las han tomado en serio. La mayoría con diabólica insensatez,
han tomado el apunte para generar confusión y anarquía en Mi Cuerpo Místico,
entre mis soldados, entre mis fieles.
Los remedios para eliminar las causas
de tantos males espirituales no pueden ser sino espirituales.
Es obvio, los remedios os los he
indicado con los luminosos ejemplos de mi vida, pasión y muerte.
El primer remedio, fundamental y
seguro es una auténtica conversión.
Ninguno debe maravillarse, ni los
fieles ni mucho menos los sacerdotes.
Comiencen mis sacerdotes a examinarse
sobre su vida interior ¡cuánto encontrarán que deben rehacer!
Rehacerse a sí mismos para rehacer a
los demás, santificarse a sí mismos para santificar a los demás; menos lecturas
inútiles y nocivas, menos televisión, menos espectáculos; más meditación y
oración, más devoción a mi Madre y Madre vuestra también, más vida
eucarística.
Hijo, por muchos de mis sacerdotes soy
tratado como un objeto, ni más ni menos que un objeto cualquiera. Sin embargo
Yo, Jesús Verbo Eterno de Dios, Dios como el Padre mío, estoy realmente
presente en el Misterio del Amor, en el Misterio de la Fe.
Saneamiento interior
Si mis sacerdotes tienen el valor de poner la mano en el arado para dar inicio a este saneamiento interior, Yo estaré con ellos, Yo los ayudaré, los asistiré, los consolaré a fin de que no fallen en sus santos propósitos y grande será también ayuda, la asistencia de mi Madre.
Desde aquí hijo mío, — dilo a tus
hermanos sacerdotes — desde aquí se necesita iniciar la gran reforma para
purificar y sobrenaturalizar mi Iglesia en buena parte paganizada.
Para esto deberían mis sacerdotes
encontrarse, para elaborar en hermandad de intentos, los planes de defensa
personal y social de mi Iglesia.
No teman: Yo estaré en medio de
ellos. Entonces sí que les haré conocer mis caminos y mis pensamientos. En
estos mis caminos los guiaré.
Dilo hijo mío, sin miedo, sin temor;
arroja tu pequeña semilla y reza para que no caiga en terreno árido sino en
terreno fértil y fecundo.
Te bendigo. Ámame mucho.
25 de Septiembre de 1975
SOMBRAS QUE ENVUELVEN MI IGLESIA
No es nuevo el asunto del que te hablaré. Ya otras veces te he señalado las sombras que envuelven a Mi Iglesia.
Te he dicho sombras, esto
quiere decir que son varias pero todas tienen una única causa: "grandes
crisis de fe".
La fe no es un producto del hombre,
sino es un gran don de Dios; es un fruto precioso de mi Redención que brota de
mi Corazón abierto y misericordioso.
Yo soy la vida de los hombres pero la
vida es luz que resplandece en las tinieblas y que las tinieblas no han
acogido.
La vida, hablo de mi Vida divina, se
la puede acrecentar, desarrollar; se la puede apagar o debilitar a tal
punto de privarla de toda fuerza y energía.
Mi Cuerpo Místico está en crisis,
está envuelto de sombras oscuras, como la tierra cuando en el cielo se
desencadena el temporal. Mi Iglesia está en crisis porque sus miembros están
sofocando en la mordaza del materialismo, la Vida divina, la vida interior de
la fe y con la fe, la esperanza y la caridad.
Te he hablado de lámparas apagadas,
de lámparas que se apagan: son las almas de muchos sacerdotes míos y de
muchísimos fieles en los cuales ya no late, ya no vibra la vida divina de la
Gracia.
¿Para qué sirve una luz apagada? ¿Y
un cadáver? Se lo entierra para evitar que de él se desprendan miasmas
peligrosos e infecciones mortales.
Cada cristiano y, con mayor razón,
cada sacerdote deben ser lámparas encendidas en el mundo envuelto en las
tinieblas, para irradiar luz, para dar testimonio de Mí, Verbo de Dios hecho
Carne, Luz del mundo.
Coherencia y fidelidad
Para hacer esto, hace vivir la propia fe con coherencia y fidelidad.
En los últimos años muchas veces mi
Vicario ha elevado con fuerza su voz iluminada. Sacerdotes y cristianos en
gran numero no han prestado oído a sus palabras, no rara vez hechas objeto de
befa e irrisión.
¿Cómo, hijo mío, no estar
profundamente apenado por tanta insensata e impenitente conducta?
El materialismo, que desde hace
decenios y decenios se desfoga, alimentado por Satanás, ha contaminado a la
humanidad; él está apagando cada vez en más almas el don incomparable de la fe,
de la esperanza, de la caridad, de la vida interior y de la Gracia divina, sin
la cual ninguno puede salvarse.
Hay sí, en mi Cuerpo Místico, brotes
vigorosos. Conocidos u ocultos a los ojos de muchos, serán los gérmenes
fecundísimos de mi Iglesia renacida, regenerada y purificada en este actual
desierto, porque tal se puede delinear hoy a mi Iglesia, donde abundan
matorrales, cañas, espinas y ramas secas, volviendo el camino tan difícil a los
buenos.
Pero cuando el incendio, que ya bajo
las cenizas incuba, se inflame abrasará toda cosa, los numerosos retoños
de vida recubrirán entonces el terreno purificado de los frutos de la locura
humana, del orgullo, de la impureza y de toda otra abominación.
La tierra, como jardín exuberante y
fecundo, dará asilo a los hombres vueltos juiciosos y sabios, reconciliados con
Dios en Mí y entre ellos, y en el Amor vivirán en paz.
El sentido de la vida
Cuánto quisiera que sacerdotes y fieles, liberados del peso que los oprime y sofoca, reconquistaran el sentido de la vida, convirtiéndose a Mí, a la luz, a la verdadera vida regresando a la casa de mi Padre que los espera y los ama, no obstante su perversión.
Para esto, hijo, te hablo para que tu
lleves a mis sacerdotes a conocer las amarguras de mi Corazón misericordioso y
la angustia de mi Padre que ve a sus hijos, arrancados de su amor, caminar
hacia la ruina y la muerte. Pobres almas, redimidas por Mí, ebrias y cegadas
van dando tumbos en la oscuridad.
Ignoran que la vida terrena, don de
Dios Creador, está en orden a la vida eterna, ignoran que ella es breve y
fugaz, que dura cuanto dura la hierba y la flor del campo que la hoz
siega, se agosta y se seca.
¡Pobres hijos míos! Orgullo, vanidad
y presunción los han envuelto en la oscuridad tanto que ya ni siquiera se reconocen.
Nada debe descuidarse, hijo, para
obtenerles a ellos la gracia de una verdadera conversión porque, una vez más te
lo digo, se trata para muchos de conversión.
Se necesita rezar y suplicar
oraciones: ofrecer tribulaciones y contrariedades. Los sufrimientos sembrados
en la vida de todos, si son aceptados con fe y ofrecidos con generosidad son
verdaderamente fermentos de gracia y de misericordia.
Pero el tiempo a disposición no es
mucho. ¡Ay de no aprovecharlo!
Te Bendigo a ti y a las personas
unidas a ti en la fe y en el amor fraterno.
Ámame mucho. Tu sabes que Yo te amo.
29 de Septiembre de 1975
Hijo, todo comandante de estado mayor reúne periódicamente en torno a su mesa de trabajo a sus ayudantes. Con ellos revisa los diferentes planes de defensa y también de ataque; se da quehacer para que sus planes estén siempre bien estudiados, preparados según el sucederse las relaciones de los varios pueblos circunvecinos, para que estén listos para toda coyuntura.
Así hacen los hombres que tienen
responsabilidades sociales.
También en mi Iglesia y en mis
Iglesias se debería haber hecho otro tanto con el mismo diligente y solícito
esmero.
En mi Iglesia hay un inmenso ejército
de confirmados que debe ser adiestrado para la lucha contra los enemigos del
alma: los demonios, las pasiones y el mundo.
Toca a la Jerarquía, a los varios
estados mayores de las Iglesias locales, organizar y conducir esta gigantesca
batalla que se combate desde la creación del hombre y continuará sin interrupciones
hasta el fin de los tiempos.
Ya he dicho que los hombres, ya sea
tomados particular o socialmente, son objeto y víctima de esta lucha contra las
oscuras y tenebrosas potencias infernales, para las que toda insidia y
seducción son buenas con tal que se pierdan las almas.
Ya no se presta fe a esto por parte
de muchos. Al no creer, no se valoran las fuerzas ni las posibilidades del Enemigo
por lo que resulta imposible conducir una guerra bien organizada,
si de ella no están convencidos ni sobre el plano individual ni sobre el plano
social.
Es laudable la diligencia con
el que algunos estados mayores preparan sus planes, convencidos de estar
cumpliendo un deber. Es deplorable por el contrario la inercia de parte
de estados mayores de otras Iglesias locales, que no saben ni preparar ni
ejecutar sus planes de defensa ni de ataque contra todas las fuerzas del Mal.
Hasta demasiadas cosas
Se hacen sí muchas cosas: a veces hasta demasiadas cosas, que sirven bien poco para el fin, que es el de desbaratar las fuerzas del Maligno.
Los enemigos de la Iglesia, del bien
y de la verdad se han hecho atrevidos y prepotentes; avanzan cada vez más y se
hacen cada vez más insolentes, llegando a subvertir las leyes divinas y
naturales ¿Por qué, hijo mío? (*)
Muchas responsabilidades pesan sobre
mi Iglesia por los muchos males que la afligen, a la base de los cuales está la
crisis de fe, la crisis de vida interior.
No raramente se ha llegado a ser
cómplices de los enemigos de Dios y de la Iglesia. Debilidad, morboso amor al
prestigio, falta de unidad, verdadera y propia anarquía. Ha sido desfigurada
la fisonomía de los hijos de Dios y de los ministros de Dios.
¡Es tiempo de despertar! Es tiempo de
poner la segur a la raíz. Quiero decir que es tiempo de responder a mi
insistente invitación a una verdadera conversión, antes que sea demasiado
tarde.
Es tiempo de que los diferentes
estados mayores de mis Iglesias cesen de perder tiempo en cosas o iniciativas
inútiles. Tienen el yerro de no ir a las raíces de los males.
(*) Estad alertas, no os dejéis
engañar. El papa Francisco pretende subvertir los Diez Mandamientos, para ello
convocó, con “su grupo de jerarcas infiltrados de la masonería en la Iglesia
hasta su cúpula Vaticana”, queriendo hacer que la Iglesia apruebe y consienta
las “uniones homosexuales”; los “abortos”; la profanación de la Eucaristía con
la “comunión en la mano”; y que quienes han hecho juramento delante de Dios al
casarse por segunda vez, entre quienes han jurado en el Altar y ante Dios
“serse fieles en la salud y la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso,
hasta que la muerte los separe; y que lo que Dios ha hecho –a través del
sacerdote- no lo separe el hombre”, el pseudo papa Francisco es de los jerarcas
“sionistas y modernistas infiltrados en la Iglesia hasta la Silla de Pedro,
vienen a demoler la Doctrina y la Iglesia de Cristo, para hacer surgir una
“iglesia ecuménica” del Devastador Maitreya o Anticristo; y un Gobierno Mundial
que él comande, el del Nuevo Orden Mundial o Novus Ordo Seclorum –del
lenguaje de la masonería y su ateo modernismo-.
Examen de conciencia
La gravedad de la situación impone un plan válido para todos, para llevarse a la práctica por todos al vértice y a la base, con obligado examen de conciencia que lleve a las siguientes conclusiones:
—¿Estamos convencidos de la necesidad
de revisar seriamente la concepción sobre la que está basada nuestra vida? ¿Es
vida integralmente cristiana? ¿O en parte pagana? ¿O del todo pagana?
—¿Estamos dispuestos a elaborar un
nuevo plan de vida interior? ¿Un nuevo modo de vivir nuestra fe, la esperanza,
la caridad, la vida de gracia?
—¿Estamos dispuestos a hacer lo que
hacen tantos hombres con laborioso empeño, para adiestrarnos contra las fuerzas
del Mal con una verdadera cruzada de oración y de penitencia?
—¿Estamos dispuestos a hacer callar
los tumultos que se levantan en torno a nosotros (y son tantos) para escuchar
en el silencio y en el recogimiento las invitaciones que nos vienen de lo Alto,
para ayudarnos a conjurar los peligros que nos dominan?
—¿Estamos dispuestos a retornar a una
devoción viva, sincera, a la Madre de Jesús y Madre nuestra? ¿A acoger su
llamada a la mortificación y a la penitencia?
—¿Estamos dispuestos a un regreso
sincero y vivo a Jesús Eucaristía?
Si mis sacerdotes, tan ocupados en
tantas actividades, quieren ser objetivos, deben admitir que no obstante su
febril trabajo, no ofrecen ya, salvo excepciones, motivos de credibilidad.
¿Se han secado quizá las fuentes de
la Gracia? ¡No! Mi Corazón misericordioso está siempre abierto.
En sí mismos deben volver a
buscar las causas. Se necesita poner la segur a la raíñ; quiero decir que
urge que cambiéis la ruta primero vosotros sacerdotes, si queréis que el grueso
del ejército os siga.
Para esto sí que vale la pena de
encontrarse y en una leal y sincera fraternidad elaborar un nuevo plan de
reforma espiritual. ¿No es esto al fin lo que os pide el Concilio?
Vida de gracia, unidad y obediencia,
fin de la anarquía, lucha contra el demonio y contra el mal sin descender
a compromisos, son los grandes temas que verdaderamente hay que
profundizar, en el vértice y en la base.
¿Qué se espera todavía para hacerlo?
Miedo, vergüenza, respeto humano,
apego a una vida cómoda... ¡Convertíos, convertíos! No os dé miedo ni os
escandalice esta invitación.
Yo y Mi Madre, que tanto os
amamos, estaremos a vuestro lado. Se trata de la salvación de vuestra
alma y de aquellas que se os han confiado.
Hijo, te bendigo; ámame.
30 de Septiembre de 1975
Qué alejados de la verdad están aquellos, y no son pocos, que piensan y contemplan el Misterio de mi Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección corno un acontecimiento tan lejano que se pierde al fondo de los siglos.
Qué alejados están todavía de la
verdad los otros que piensan en Mí, quizá sí, glorioso en el Paraíso pero
olvidado o desinteresado de las cosas de los hombres y de los acontecimientos
humanos. Éstas son las distorsiones de una fe tenue, enferma y contagiada por
la ignorancia.
Un cristiano no puede ignorar mi
presencia, además de en el Paraíso, también en la tierra. Los cristianos no
pueden ignorar que estoy y estaré en la tierra hasta la consumación de los tiempos.
Ningún hecho o acontecimiento de las
personas o de los pueblos, por grande o pequeño que sea, puede ser extraño a mi
Corazón misericordioso.
¡No sería Dios, si esto no fuera así!
Los cristianos no deben ignorar que,
si físicamente no puedo ya sufrir, en cambio moralmente estoy atrozmente
apenado por la frialdad e ingratitud, por las ofensas, las traiciones y las
horribles blasfemias con las que continuamente soy ultrajado.
Los Judas se han multiplicado fuera
de medida. El amor no es correspondido, y a menudo recompensado con
hostilidades e insultos de todo género, y sufrimiento que los hombres en la
dureza de su corazón no pueden comprender.
Qué alejados están de la realidad
aquellos que tienen una visión tan nebulosa del Misterio de la Salvación. Misterio
en acto, es el Misterio de la Cruz, que continúo en la crudeza atroz aunque en
modo incruento.
Mi Sangre es derramada en verdad
continuamente por la remisión de vuestros pecados; mi Cuerpo es verdaderamente
dado en alimento para nutrir vuestras almas. Soy verdaderamente la Víctima
ofrecida al Padre y en Mí, Víctima divina, Humanidad y Divinidad se encuentran
y se reconcilian en un amor infinito.
Hijo mío, ¡si por lo menos mis sacerdotes tuvieran la firme y sólida convicción de que Yo, Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, punto de encuentro de la humanidad pecadora con mi Padre celestial, estoy siempre con vosotros, en medio de vosotros día y noche en estado de víctima!
Si por lo menos estuvieran
convencidos, cuando me encierran entre aquellas pequeñas cuatro paredes, que
allí está Dios Omnipotente, Creador del Cielo y de la tierra, Redentor y
Salvador, podrían tener por lo menos un latido de amor por Mí, pero para estas
consideraciones no hay lugar en el ánimo.
Han abandonado mis caminos, mis
senderos y no tienen tiempo de buscarme en mi humilde morada. Una fe viva,
verdadera, vivida hora tras hora en una ofrenda continua, haría inflamar un
incendio purificador en toda Mi Iglesia; sería capaz de aplacar la divina
Justicia y detener la hemorragia de almas encaminadas a la perdición eterna.
¡Qué tremenda responsabilidad para mis sacerdotes, que tienen posibilidad y medios eficaces para colaborar Conmigo para la salvación de las almas, pero no se sirven de ello!
Confianza en el médico
—¿Qué hacer, Señor, para que nosotros sacerdotes podamos entrar nuevamente en nosotros mismos? ¿Para que podamos salir de la oscuridad que nos envuelve, para despertarnos del letargo en el que hemos caído? ¿Para que podamos sacudirnos y salir de la crisis que nos ha afectado?
Se necesita que con gran humildad os
convenzáis del mal que sufrís. Ningún enfermo, si no tiene clara conciencia de
su mal, puede sentir la necesidad de curarse.
Ningún enfermo si no tiene plena
confianza en el médico que lo cura, se da prisa de curarse.
Ninguno de mis muchos sacerdotes
afectados por crisis de fe, si no se convence de su mal, sentirá la necesidad
de curarse espiritualmente.
Ninguno de mis sacerdotes afectados
por crisis de vida interior, si no tiene confianza en Mí, presente en mi
Vicario, encontrará la fuerza para recuperarse.
Yo he hablado, por medio de Mi
Vicario, abundantemente acerca de la infección que aflige al clero de este
siglo materialista.
He indicado con claridad las causas y
los remedios de esta infección. Pero ¿quién ha tomado en serio mis palabras?
Aun prescindiendo de esto, que es tan
importante, ¿no soy Yo el Camino, la Verdad y la Vida?
¿No he dicho claramente:
"quien quiera venir en pos de Mí tome su cruz y niéguese a sí mismo?” ¿No
es ésta una clarísima indicación para todos y para mis sacerdotes en
particular?
Aquí, hijo mío, está la clave y la
solución de todos los problemas originados por la crisis de fe. Mortificación
interior y mortificación exterior.
Esto contrasta con la vida que se
lleva y se quiere llevar: cine, televisión, automóvil sin a veces justificación
pastoral alguna que lo excuse, dinamismo febril pero improductivo, poca
disponibilidad y propensión para la oración.
De aquí el paso a la rebelión interior
y exterior es breve. Entonces, en una verdadera y propia anarquía los
últimos resplandores de fe se apagan en un tenor de vida enteramente
condicionado por la civilización pagana de este siglo.
Poned la segura la raíz sin
tergiversar, podando lo que debe ser podado, después en mi Corazón
Misericordioso encontrareis todos los remedios para remontar el sendero arduo,
sí, pero no impracticable de la virtud.
Te bendigo hijo, Ámame mucho.
El Ministerio Internacional de Difusión Profética ha analizado los Mensajes dados por Nuestro Señor Jesucristo a Monseñor Octavio Michelini en el libro "Confidencias de Jesús a un Sacerdote" y los Certifica como auténticos. (12 de Diciembre del 2012).
[1] N. T. María Valtorta, nacida (1897) en
Caserta no lejos de Nápoles, hija de militar y madre de recio carácter, por lo
que sufrió frecuentes contradicciones, finalmente padeció largos años de
enfermedad hasta su muerte (1961) en Viaréggio (Toscana).
Dejó
abundantes manuscritos que siempre afirmó como dictados y visiones. Su
obra principal histórico doctrinal "El Poema del Hombre
Dios", relata con admirable exactitud geográfica de lugares que nunca
visitó, y soltura de estilo, abundantes pasajes de la vida de Nuestro Señor y
la Santísima Virgen, desde el nacimiento y la infancia a la Resurrección,
Ascensión, Pentecostés y Asunción.
[2] Que disfrutan de la visión beatífica.
[3] Hacha grande para cortar el árbol de raíz.