“La Nueva Liturgia y la Verdad Revelada”. Según los criterios de teólogos de Europa.
Por Monseñor Domenico Celada (Lo Specchio, 1° de Junio de 1969)
Noticias y Reportajes sobre el Plan de Demolición de la Iglesia: su Liturgia y otros campos.
Este Artículo forma parte de la Serie: “Información que todo Católico bien enterado debe conocer para poder opinar”.
“La Nueva Liturgia y la Verdad Revelada”. Según los criterios de teólogos de Europa.
Por Monseñor Domenico Celada (Lo Specchio, 1° de Junio de 1969)
Después de un artículo, que apareció en un diario romano, el 16 de mayo del angustioso año de 1969, al darnos cuenta de las primeras reacciones causadas en el mundo católico que el nuevo “Ordo Missae”, que recién en ese tiempo se promulgó y que entraría en vigor el 30 de noviembre del mismo año, surgieron un sinnúmero de cartas, sobre todo de sacerdotes, reflejando la angustia católica. En estas últimas semanas, además, me he entrevistado con numerosos miembros del clero secular y regular y, por tanto, puedo afirmar, con plena conciencia de lo que estoy diciendo, que no he encontrado hasta ahora un solo sacerdote, no digo ya satisfecho, pero ni siquiera resignado, ante las nuevas disposiciones encaminadas a destruir lo poco que queda todavía de la Santa Misa.
La promulgación de un “ordo” nuevo –es decir, el abandonar el venerable Misal Romano, para remplazarlo por otro nuevo Misal, de cuya ortodoxia muchos ilustres teólogos tienen grandes reservas- es un hecho, que ha provocado un verdadero drama en las conciencias sacerdotales.
La destrucción progresiva de la Liturgia es, por desgracia, una realidad ampliamente conocida, aunque no debidamente valorizada, por sacerdotes y por laicos. En menos de cinco años, las estructuras milenarias de este Culto Divino, que, por siglos, habían sido consideradas como “la obra de Dios”, han sido desmanteladas.
Se comenzó por la abolición del latín perpetrada de una manera fraudulenta. El Concilio, en efecto, habla claramente establecido: “el uso de la lengua latina debe conservarse” (art. 36 de la Constitución Sacrosantum Concilium, concediéndose, sin embargo, el uso de las lenguas vernáculas, en ciertos casos y en ciertas partes del rito. Más, en realidad, sin tener en cuenta la autoridad del concilio, el latín ha sido prácticamente suprimido, en todas partes, en todas ocasiones y en todas las partes del rito. La lengua de la Iglesia ha sido abandonada, aún en los Oficios litúrgicos, que tienen un carácter internacional.
Hoy, se pretende resaltar la universalidad de la Iglesia con el empleo, en los Oficios Divinos, del mayor número posible de lenguas diversas. El resultado trágico y obvio ha sido hacer incomprensibles –excepción hecha de los políglotas- todas las partes del rito, dichas en otras lenguas que no sean la propia. Este es el Pentecostés a la inversa. En Jerusalén, las multitudes “ex omini natione quae sub coelo est”, “de todas las naciones debajo del cielo”, comprendían a los apóstoles, que hablaban una sola lengua; hoy, en cambio, los sacerdotes hablan en los ritos sagrados todas las lenguas y nadie entiende nada, a no ser los que tienen la misma lengua o el mismo dialecto. En lugar de Pentecostés, sería mejor hablar de Babel.
Hemos visto en estos últimos años, eliminar las manifestaciones y gestos sublimes de la piedad y de la adoración, tales como “las señales de la cruz”, “los besos al altar”, que es símbolo de Cristo, “las genuflexiones”, etc., etc. –gestos y manifestaciones que el secretario de la comisión encargada de la “reforma litúrgica”, padre Aníbal Bugnini, se ha atrevido a calificar públicamente de “anacrónicas” y de “fastidiosas” (sic).
En su lugar se ha querido imponernos un rito vulgar, vociferante y confuso, en gran manera fastidioso. Se ha querido justificar hipócritamente estos cambios con el pretexto de evitar las molestias y el disgusto de los fieles –muchos de los cuales-, después de este funesto 7 de marzo, no han vuelto a poner los pies en la Iglesia. Y no vacilan en proclamar un “éxito” cuando han logrado obtener de una parte de los fieles (pocos, en verdad), la repetición mecánica de fórmulas que la rutina ha hecho ya inexpresivas y del todo ineficaces.
Hemos sido espectadores azorados de la introducción en nuestras Iglesias de repugnantes parodias de textos sagrados musicalizados con ritmos de cabaret y acompañados de instrumentos propios de los centros de vicio. Este es el caso actual de las misas celebradas por el cardenal Schönborn, Presidente de la Conferencia de los obispos de Austria (Ver en Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=SiEkiLtQxSA y una Misa convertida en “payasada litúrgica” http://www.youtube.com/watch?v=t9tPKGuaJXs&feature=related y http://www.youtube.com/watch?v=wedpLBTKd84&feature=related )
El gran instigador y propagandista de esas así llamadas “misas de juventud” (¿) es, a no dudarlo, el padre Aníbal Bugnini. Se dice, en efecto, que durante una reunión tenida en el Vicariato de Roma, para tratar de reprimir y criticar el triste caso de la “Misa Ye Yé”, que cada domingo se celebraba en la Iglesia de San Alejo Falconieri-, el padre Bugnini, con un descaro increíble defendió, por el contrario, la necesidad urgente de extender este “ensayo” a otros grupos juveniles. En este edificio, el cardenal Vicario de Roma, Angelo Dell’ Aqcua, se opuso a esta insensata proposición. Pero Bugnini, a pesar de esta oposición, triunfó al fin, propagando por todas partes su sacrílega exhibición.
Aníbal Bugnini, instrumento de Satanás y la jerarquía masónica infiltrada en el Vaticano: en el C.V.II
Gracias pues, al P. Bugnini y a su equipo de liturgistas, la liturgia se encuentra destrozada, envilecida, degenerada, desacralizada. En “ciertas Misas” ya solo falta ahora la desnudez para hacerlas más novedosas. Pero bien podrá ser que “para atraer a los jóvenes”, lleguemos también a eso, ya que, en una Iglesia de París, se ha tenido recientemente una “velada bíblica”, con ballets ejecutados, según las circunstancias, por negros semidesnudos.
• Satanás agradecido con el padre Aníbal Bugnini.
El éxito completo del demonio será entonces perfecto -como es el caso de las Misas que celebra el cardenal Schönborn en estos años y otros sacerdotes en el mundo-. De todos modos, yo creo que Satanás tiene una inmensa gratitud hacia el P. Bugnini, a este religioso que, durante el Pontificado de Juan XXIII –es bueno no olvidarlo- fue expulsado de la Universidad Pontificia de Letrán y de otros ateneos, en los que él enseñaba la liturgia, precisamente por sus ideas iconoclastas; este es el religioso que ahora, de un modo extraño e inexplicable, ha llegado a ocupar el Secretariado de la Congregación para el Culto Divino.
Nota.- No olvide el lector, que los cardenales masones infiltrados en los más altos reinos de la jerarquía vaticana, deseaban convencer al Papa Juan XXIII de celebrar un Concilio, que le hicieron creer que tenía intenciones diversas a los intereses ocultos que en realidad los movían a su realización, para demoler a la Iglesia desde dentro conforme al plan masónico-comunista e Illuminati de Lenin y Stalin. En su estrategia estuvo el apoderarse de la directiva de la cada una de las mesas de trabajo del Concilio Vaticano II.
Ellos se habían apoderado de la directiva, de los secretariados y relatorías de cada mesa de trabajo en sus distintas áreas. El plan de apoderamiento incluyó también, los cargos para nombrar Nuncios y Legados Pontificios, Directivas de Comisiones Pontificias, servicios administrativos clave y hasta la Guardia Suiza.
Durante el Sínodo Episcopal de octubre de 1967, el P. Bugnini presentó a los Obispos un ensayo de “Misa reformada”, que él llamó “normativa” y el hecho es bien conocido –dicho ensayo no fue aprobado por los Padres. No sabemos si los Obispos han sido o no consultados después por este activo secretario, pero el hecho es que la “Misa normativa”, ligeramente retocada, es a la que ahora inexplicablemente se nos presenta como legalizada e impuesta.
Esta nueva subversión no puede, pues, ser, en manera alguna, imputada a los Obispos. Un Prelado de los más dignos, que, durante el Concilio, desempeñó tareas muy importantes y cuyo nombre, por delicadeza, me permito ocultar, se expresaba recientemente de esta manera: “Me he puesto a estudiar el nuevo “Ordo” y en su lectura no he podido pasar más allá de la mitad. ¡De tal manera he quedado consternado con esa lectura! En adelante no se puede hablar ya de “liturgia romana”: todas sus notas características han sido destruidas. En su lugar se nos ha dado una mezcla de míseros fragmentos, que pretenden imitar otras liturgias, y de muchas vaciedades, que han germinado en los nidos estériles de una gente sin preparación, si madurez, orgullosa… No estoy hablando de la parte ritual. No terminaría nunca. Cada línea de este miserable librillo está llena de errores, contradicciones, necedades, ignorancias… Ahora deploro haber votado en favor de la Constitución Conciliar, en nombre de la cual (pero ¿cómo?), ha sido llevada a la práctica este herética pseudo-reforma, triunfo de la arrogancia y de la ignorancia. Si yo pudiese, retractaría mi voto y, por una acta notarial, haría constar en un proceso que mi voluntad había sido impúdicamente víctima de una estafa increíble”.
Del nuevo “Ordo Missae” mucho se ha escrito ya, con la debida competencia y sin omitir los gravísimos problemas de orden teológico que él suscita. Se ha denunciado, sobre todo, la escandalosa definición de la Misa así como ciertos pormenores rituales, evidentemente excogitados para hacer patente a los fieles que la Misa no será, en adelante, otra cosa que “una asamblea popular”, durante la cual se celebra, un, así mal definido, “memorial del Señor”.
A este propósito, don Clemente Belucco (el sacerdote veneciano que fue el primero en denunciar las graves omisiones y ambigüedades de un “nuevo catecismo”, impreso por los salesianos de Turín) me ha autorizado a publicar esto que sigue: “San Jerónimo, en su carta Ad Luciferum (19), después de la famosa emboscada de Rimini, en la cual éste había sido condenado por traición a la fe de Nicea, escribe con una angustia infinita: “Ingemuit totus Orbis et Arianum se ese miratus est!” (“el mundo entero gimió al verse, con estupor, convertido al arrianismo”). Con una distancia de tantos siglos, un derrumbe no menos grave se pretende producir en el seno de la Santa Iglesia Católica.
“Afirmación en gran manera paradójica y de sabor herético es la que leemos en el número 7 de la “Institutio Generalis Missalis Romani” que forma parte del “Decretum” del 6 de abril de 1969 de la Sagrada Congregación de Ritos. En ese decreto se lee que la mencionada Institutio ha sido aprobada por el Soberano Pontífice. Nos permitimos dudar de esta afirmación.
Los Papas NO pueden contradecir ni declarar falsos, en materia que interesa al dogma, los principios doctrinales solemnemente afirmados por sus Predecesores. El artículo 7 de la Institutio contiene una fórmula que destruye la esencia de la Misa y el mismo artículo atribuye a la Misa otra esencia que contradice al dogma católico. ¿Es posible que alrededor de los Papas de tantos siglos pudiesen anidar continuamente el embuste, el fraude, la perversa fe de personas “altamente calificadas, que gozan de la confianza ciega de los pontífices hasta lograr con éxito, muchas veces, inducirlos después miserablemente en el error? ¿Es posible que nosotros podamos tener la seguridad de no ver reproducirse de nuevo los ejemplos de un Cardenal Carafa que engañó a Paulo VI; de un Carnecci que engañó muchas veces a varios Papas hasta el momento en que Pío V lo envió ad patres; de un Nicolás Coscio, que engañó a Benedicto XIII hasta en que Clemente XII lo envió ad patres; de Giacono Antonelli que durante 25 años engañó a Pío IX y nadie, fuera de nuestra hermana la muerte, lo envió jamás ad patres, con estupefacción de la historia, cuyo juicio definitivo todavía espera?
Es por esto por lo que nosotros hoy nos preguntamos con asombro ¿cómo ha podido lograr conducir al error a los dos últimos pontífices reinantes otro nuevo Antonelli, que pontifica todavía en la Congregación de Ritos, con su inefable…padre Bugnini”?
Hasta aquí Don Belucco, pero, si yo quisiera publicar todas las impresiones, aunque no fuesen sino las más penosas, sobre la nueva subversión de la estructura del Divino Sacrificio, ya prácticamente devastada, yo creo que no bastaría un libro. No puedo, sin embargo omitir lo que sobre esta materia me escribe Monseñor Francesco Spadafora, profesor ordinario de la Universidad Pontificia de Letrán: En el nuevo Ordo Missae el dogma mismo está comprometido. Este nuevo ordo Missae es un acto arbitrario, realizado no se sabe precisamente por quién ni por qué, contra el sentimiento de la misma Congregación de Ritos y de la mayoría absoluta de los Obispos. Acto arbitrario, injustificado e injustificable.
El 30 de noviembre está lejano y no se puede todavía prever si, en el intervalo, intervengan nuevos hechos. La realidad actual es que el estado general de las almas de sacerdotes y de fieles es de la más deprimente angustia. Un cura de la Arquidiócesis de Florencia me escribe: “Yo vivo en un estado de alma que no sabría describir: sufro intensamente y con frecuencia derramo lágrimas amargas. Pienso con terror que ese día se aproxima y siento escalofrío. Yo quisiera escribir, quisiera llegar hasta la presencia de Paulo VI para postrarme a sus pies y suplicarle, me dispense de celebrar esta “Misa”…”
Cualquiera que sea el sesgo que tomen los acontecimientos, dado que el Venerable Misal Romano ha sido, durante siglos, como lo ha reconocido el Santo Padre, el alimento cuotidiano, gracias al cual innumerables hombres y los más santos de ellos “han alimentado su piedad hacia Dios”; sería absurdo, -a mí así me parece-, querer ahora privar de este alimento cuotidiano a los sacerdotes y a los fieles. Debemos pues poner nuestra más grande confianza en el Soberano Pontífice. Leemos en el Santo Evangelio (Lc. XI, 11: “¿Y cuál padre de vosotros si su hijo le pidiera pan le dará una piedra o, si pescado, le dará en su lugar una serpiente? o, si le pidiere un huevo, ¿le dará un escorpión?” Si esto se puede decir de cualquier padre ¡podemos nosotros creer otra cosa de aquel que nosotros llamamos Santo Padre?
Por Monseñor Domenico Celada.
(Lo Speccio, 1° de junio de 1969)
Como se desprende de la lectura del artículo, muchísimos fueron los clérigos y Obispos que se dieron cuenta de estas truculencias, pero no se daban cuenta de que la infiltración a la Iglesia Católica había ya alcanzado los más altos reinos y estaban posicionados en un Concilio que ellos mismos planearon para infiltrar la demolición de los principales fundamentos de la Iglesia Católica en todos sus ámbitos: doctrinales, catequéticos, Litúrgicos, etc.
Y no hay que perder de vista, que Paulo VI estaba secuestrado mientras quien aparecía en escena pública y en el ámbito clerical era “su doble o socia”. Paulo VI en una de sus Misas declaró que “por alguna rendija se ha filtrado el humo del infierno dentro de la Iglesia” y nadie corrió en su ayuda cuando lo dijo. Por eso cuando se le atribuyen estas atrocidades al verdadero Paulo VI, se está en parte desinformados del contexto en que se debatía la vida del Pontífice auténtico, mientras los masones cardenales Jean Marie Villot, Casaroli y Benneli lo mantenía bajo secuestro y ellos gobernaban de hecho la Iglesia avanzando en su plan de demolición a la Iglesia Católica. El cardenal Casaroli estaba implicado incluso posteriormente en el atentado del Papa Juan Pablo II y en el homicidio de Juan Pablo I.